domingo, 31 de mayo de 2015

Ahora veo como en un espejo



Un reportaje imposible de Jack Tollers

No sé si fue un sueño o una pesadilla, pero, como suele suceder en estos casos, era todo muy raro: partes muy lógicas mezcladas con disparates sin cuento, sensaciones fuertes con saltos perfectamente idiotas que todo lo despatarran. Y como pasa siempre en estos casos, si lo puedo contar es porque falsifico la cosa: lo pongo con (cierto) orden y concierto, pero el sueño era mucho más desordenado que eso.
Se me apareció un joven de 18 años y era yo mismo, que ahora tengo unos cuantos más (42 más, digamos la verdad). ¿No era Nieztsche el que decía que el niño es el padre del hombre? Bueno, entonces, en cierto modo, aunque yo tenga 60 y el 18, él era mi padre.
Nos separan cuarenta y dos años y él era yo, y yo… bueno, alguna vez fui como él. Mejor dicho, había sido él, y ahora soy otro. Era más bien rubio y ahora soy puras canas. Aquel era más bien bueno y yo estoy lleno de pecados. Él jugaba al rugby y yo no puedo correr ni media cuadra. De su cuerpo no conservo ni una célula. Mi alma es enteramente distinta. O a veces eso me parece. Pero no, no quiero volverme loco, sigo siendo él, el mismo tipo, conservo la misma identidad (pero soy distinto, no sé si me siguen).    
Se siguió el siguiente diálogo:
- Hola. Soy Jack.
- Ya sé, yo también.
- ¿Qué edad tenés ahora?
- 60.
- ¡A la pucha! Nunca pensé que llegaría a tan viejo…
- Tampoco yo.
- ¿En qué año estás ahora?
- 2015.
- ¡Ahhh! Quiere decir que llegaste al 2000…
- ¿Al 2000?, ¿Qué importancia puede tener eso? Y sí, ya pasaron quince años.
-  No, bueno, porque ahora todo el mundo está hablando de que hay que "llegar" al 2000, que cuando "ingresemos" al 2000, no sé… todo el mundo habla de eso. Y yo quiero saber qué va a pasar.
-  Quedáte tranquilo, no va a pasar nada. Salvo la estupidez esa del virus de las computadoras.
- Pero ¿de qué hablás? ¿Cómo una computadora va a tener un virus?
-  Claro, no, tenés razón: dije una estupidez. Pero no, en el 2000 no va pasar nada, sino que todo se va a poner peor.
-  No me digas que los rusos van a ganar la guerra fría.
-  No, la perdieron. Ganó el "mundo libre".
-  ¡Fenómeno! Quiere decir que los yanquis van a ganar en Vietnam.
-  No, ahí perdieron.
-  ¿Cómo? No entiendo nada. Los yanquis le ganaron a los rusos pero perdieron con Vietnam? ¿Y a pesar de eso el comunismo no se va a imponer?
-  Y no, al final… qué sé yo. Al principio los yanquis perdieron un poco pero al final ganaron… como por cansancio, te diría.
-  Entonces en la Argentina la guerrilla también perdió…
-  Sí, claro. La guerrilla también va a perder. Y después van a ganar. Ahora, prácticamente gobiernan la Argentina.
-  Mirá, yo soy chico y entiendo poco, pero me estás hablando en monsergas… ¿cómo que la guerrilla va a perder y luego va a gobernar?
-  Bueno. Va a perder militarmente, y luego va a ganar culturalmente.
-  No entiendo nada.
-  Un día vas a entender.
-  ¿Te casaste?
-  Sí.
-  ¿Con quién?
-  La vas a conocer en un par de años…
-  Porque no sé si sabés que recientemente mi novia me pateó y no sé si no hacerme cura o qué diablos…
-  Lo sé perfectamente.
-  ¡Ah!, entonces, ¿qué tengo que hacer?
-  No me toca a mí decírtelo. Sólo puedo decirte que al final todo va a salir mucho mejor de lo que te imaginas.
-  ¿Y tenés hijos?
-  Sí, unos cuantos.
-  ¿Y vivís en la Comarca?
-  Claro.
-  ¿En una casa con jardín?
-  En efecto.
-  ¿Y es tuya?
-  Ahá.
-  ¿Y cómo hiciste para comprarla?
-  Es una historia larga. Hubo parte de suerte, parte de milagro, parte de tesón, parte de bienveillance de otros.
-  Y… ¿sos feliz?
-  Es una pregunta impertinente. No pienso contestarte.
-  ¿Por qué?
-  Bueno, está bien, sí, te voy a contestar: relativamente feliz, todo lo feliz que se puede ser en este valle de lágrimas. Supongo que no hay nadie en este mundo que sea más feliz que yo… o, bueno, qué sé yo… Eso parece presunción, cuando no autocomplacencia. Está mal. Tampoco soy enteramente feliz… no, como dije, es una pregunta impertinente. Y luego, está lo de Bloy, ¿no?, que todos tenemos la tristeza…
- … de no ser santos. Sí, eso ya lo leí. Y que sufrir pasa, pero que haber sufrido, no. ¿Seguís siendo fanático de Castellani, de Pieper, de Lewis, de Chesterton?
-  En efecto. Casi no leo a otros autores.
-  ¿Después de cuarenta años no descubriste otros autores que te puedan así?
-  Unos pocos. Pero lo que leí a tu edad me sigue pegando más que nunca. Y los sigo releyendo…
-  Suena un poco aburrido…
-  Sí, bueno. Ya verás que eso no tiene nada de aburrido. Que, al contrario, cada vez uno les va encontrando más miga.
-  ¿Qué pasa en la Iglesia ahora, los progres siguen ganando?
-  Esa es difícil de contestar... Te diría que siguen ganando, pero que año a año retroceden un poco más, porque su avance significa la disolución de todo... son como Atila que por donde pasaba luego el pasto no vuelve a crecer. Cuento corto: sí, siguen ganando, a pesar de todo, de la caída estrepitosa de vocaciones, del vaciamiento de los seminarios, de la quiebra de las universidades católicas, del fracaso de las misiones, de las estupideces que se repiten una y otra vez, una peor que la otra… sí, así interpretado, puede decirse que los progres siguen ganando. O que ellos creen que están ganando y a fe mía, eso parece.
-  ¿Tienen un Papa bueno?
-  El peor que hubo en muchísimos siglos. Quizás el peor de todos.
- ¿No estás exagerando? ¿No será que te has vuelto pesimista en extremo con los años?
-  No. No exagero.
-  ¿Y se acabó la liturgia pastelera?
-  No, eso no se acabó. Eso sigue multiplicándose por el mundo, con inventos, creaciones, mamarrachos sin cuento: misas con globos, con payasos, con mujeres desvestidas… qué sé yo. Y mucho más. Misas candomberas, desecraciones… cosas blasfemas.
-  ¿Y la devoción a María?
-  Volvió un poco gracias a un Papa polaco. Pero ahora se conserva sólo entre los tradicionalistas; que son pocos.
-  ¿Qué mejoró en la Argentina en estos últimos cuarenta años? ¿Está todo más limpio, más ordenado, los trenes funcionan mejor, hay más trabajo, la gente está más contenta, hay menos burocracia, más alegría de vivir, más entusiasmo por las cosas buenas?
-  No. Está todo peor, bastante peor. Está todo más sucio, hay más desorden, los trenes funcionan peor, conseguir laburo… bueno, eso va y viene, la gente ciertamente no está más contenta, ya nadie canta, ni siquiera los porteros…
- No me digas que Buenos Aires es como la "Villa Desesperación" que profetiza Castellani…
-  Vos lo sabés bien, a pesar de tu edad. Castellani es un profeta.
-  Pero… no puede ser… suena a insoportable.
-  Y en cierto modo lo es. Por eso te dije que tu pregunta sobre la felicidad mía (y tuya) era impertinente….
-  ¿Tenés buena salud?
-  Excelente.
-  ¿Seguís tocando la guitarra?
-  A veces. Cada vez menos.
-  ¿Seguís viendo a los amigos?
-  A algunos. Al que veo siempre es a Z que vive a dos cuadras de acá.
-  No te puedo creer. ¿Se recibió de médico? ¿Se casó? ¿Tiene hijos? ¿Todavía tocan juntos?
-  Sí, sí, sí y sí. A veces.
-  Eso suena a una vida feliz, casa propia en la Comarca, hijos, amigos de toda la vida, música, el comunismo vencido… no entiendo por qué decís que no sos feliz del todo. ¿Qué pasa? ¿No te llevás bien con tu mujer, con tus hijos?
-  No es eso. Aparecieron cosas nuevas en el mundo, cosas horribles, innombrables, terroríficas, que no te voy a decir porque desesperarías…
-  ¿Qué cosas? ¿Cosas como la droga?... No me imagino a qué te referís.
-  Son cosas inimaginables en 1972. Ni a Castellani se le ocurrió que podían pasar… cosas de las que en 1972 se hacen chistes y que ahora son realidad. Realidades sobre las que nos advirtió San Pablo: “Esas cosas ni se nombren entre ustedes.”
-  Ay, no me acuerdo de esa cita, pero ahora la voy a buscar... ¿Qué chistes?
-  El chiste del inglés que aparece en la Argentina y le preguntan por qué vino. Y dice que se fue de Inglaterra porque la homosexualidad antes estaba prohibida, que ahora estaba permitida y que se rajó antes de que fuera obligatoria…
-  Ja, ja.
-  Sí, bueno, ahora no te reirías, te lo aseguro.
-  ¿Me vas a decir que es obligatorio eso? ¿Cómo?
-  Cambiemos de tema.
-  Bueno. ¿Seguís escribiendo?
-  Sí, más que a tu edad.
-  ¿Y, qué tal? ¿Tenés éxito?
-  No. Algún que otro succès d'estime, quizá, pero no.
-  ¿Qué pasa? ¿No mejoraste un poco en eso?
-  Puede que sí. Pero está difícil publicar. Y cada vez hay menos lectores.
-  ¿Es por la tele que pasa eso?
-  La tele y un millón de cosas más que ahora no te puedo explicar. Y la gente cada vez tiene menos tiempo y cada vez presta menos atención y cada vez entiende menos… bueno, algo así.
-  Decíme, ¿el seminario de Paraná, va a andar?
-  Sí. Va a andar. Y después los obispos lo van a disolver. Y después van a hacer otro en otro lugar, y se va a disolver, pero esta vez no por culpa de los obispos…
-  Pero, ¿el P. Sáenz sigue con su trabajo?
-  Sigue con su trabajo, sigue en la Compañía y sigue haciendo mucho bien. Pero de seminarios, mejor ni hablar.
-  ¿Y el P. Ezcurra?
-  El P. Ezcurra se murió hace unos veinte años atrás. En olor de santidad, claro.
-  Me imagino. Y decíme, ¿cómo le fue al Abbé de Nantes y la Contrarreforma del s. XX?
-  Lo perdí de vista. Y además, estamos en el s. XXI.
-  Ahá. ¿Y Mons. Lefebvre? ¿Continúa con su obra?
-  También se murió. Pero sí, se puede decir que su obra continúa.
-  ¿Y el Opus Dei? ¿Se murió Escrivá de Balaguer?
-  Sí, se murió. Pero lo cano…, bueno, mejor que ni te enteres, hay cosas que no conviene que sepas.
-  ¿Qué pasó con el progreso tecnológico? ¿Hay ciudades en la luna, autos voladores, cura para el cáncer, se prolongó la vida del hombre?
-  No, no, no y sí. Pero no se prolongó la vida del hombre. Se prolongó la vejez.
-  ¿Y la gente está más contenta?
-  Ya te dije que no.
-  ¿Qué cosas están mejores, qué cosas andan mejor entonces?
-  Y… qué sé yo. Es más fácil y barato conseguir libros, escuchar música, ver películas, hay mejores remedios para las dolencias menos graves… las aspirinas funcionan en serio, por ejemplo. Y las mujeres están felices porque pueden hablar por teléfono todo el día, cuando no se mandan text… bueno, qué sé yo. Esas sí que andan más "comunicadas". Pero miento, tampoco eso las hace más felices.
-  ¿Es difícil envejecer?
-  Muy.
-  ¿Le tenés miedo a la muerte?
-  Cada vez más.
-  ¿Progresaste en la vida espiritual?
-  Me parece que no. Pero esa es una pregunta típica tuya. Y es una pregunta estúpida, perdonáme que te lo diga. Y ciertamente no soy yo quien pueda contest…
Ahí fue que me desperté. Se terminó el sueño/pesadilla. Me quedé con los recuerdos de lo bobo que era (y también de la parte buena que había en mí). Si progresé en la vida espiritual… ni siquiera sé qué cosa es la vida espiritual… pregunta boba si la hay, menos mal que terminó el sueño.
¿Había sido así de bobo por entonces?
No sé, la verdad es que ni me acuerdo (o no quiero acordarme).
Mejor, me voy a laburar.


Jack Tollers


viernes, 29 de mayo de 2015

Un closet en la Gregoriana

Mientras leía la nota me vino la duda de si, en realidad, no estaría leyendo algún capítulo inédito de Malachi Martin. Pero no; el hecho no es parte de una novela. Sucedió realmente hace pocos días.
Según informa el National Catholic Register, el lunes 25 de mayo se llevó a cabo en Roma un encuentro confidencial -a puertas cerradas y del que sólo pudieron participar selectos invitados- a fin de tratar particularmente los temas centrales del próximo Sínodo sobre la Familia. La reunión fue convocada por los presidentes de las conferencias episcopales de Alemania, Francia y Suiza y fueron invitados teólogos y académicos; religiosos y laicos; hombres y mujeres y, también, representantes de la prensa; alrededor de cincuenta personas en total. El lugar elegido fue la Pontificia Universidad Gregoriana.
Tres fueron los puntos que quedaron claros como resultado de la reunión: 
1. La Iglesia no puede negar el sacramento de la Eucaristía, como si fuese un castigo, a aquellas personas que fracasaron en un primer amor.
2. No existe objeción alguna para que la Iglesia reconozca la unión de parejas del mismo sexo que viven en fidelidad.
3. Para hacer posible todo esto, se debe acabar con la llamada “teología del cuerpo”, expresión acuñada por Juan Pablo II, e instalar la “teología del amor”.
Entre otros personajes inquietantes, del encuentro participó el sacerdote alemán Eberhard Schockenhoff, teólogo moral ampliamente conocido -aún en el mundo hispanohablante- por su posición favorable no solamente a las parejas homosexuales sino a los sacerdotes homosexuales.

Hasta aquí la noticia. Pero vayamos ahora al análisis y, sobre todo, a las preguntas que se generan:
1. ¿Por qué el secreto? El cardenal Marx, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, aclaró que la reunión no fue secreta; sin embargo, se enfureció y no supo qué responder cuando le preguntaron por qué, entonces, no había sido publicitada. Simplemente dijo que él había viajado a Roma por asuntos privados. Tan secreto fue el encuentro que ni siquiera los profesores más prominentes de la Gregoriana sabían de su realización. 
Si bien la noticia había sido anticipada por Jean-Marie Guénois en Le Figaro, sus resultados se habrían filtrado por una mujer francesa participante (¡cuando no!), experta teóloga y biblista (¡Dios nos libre y guarde!), llamada Anne-Marie Pelletier que habló con un periodista del hiperfrancisquista sitio Vatican Insider. Luego, la levantó Edward Pentin en el artículo ya mencionado del National Catholic Register. Y hoy mismo, aparece también en la columna de Sandro Magister. Pero, hasta donde sé, no trascendió en otros medios lo cual es my llamativo.
Una sola explicación encuentro yo para el secreto: timing. Están armando la bomba para que explote en el momento adecuado a fin de que el efecto destructivo sea mayor. Ese momento sería las semanas previas al Sínodo.
2. ¿Por qué el 25 de mayo? En ese día concurrieron dos hechos que eran perfectamente previsibles para los organizadores: se conocieron los resultados del referendum por el cual el pueblo de la catoliquísima Irlanda aprobó por amplia mayoría el “matrimonio” homosexual. Todos preveían que eso ocurriría y que no haría más que confirmar las conclusiones de las consultas a los fieles promovidas el año pasado sobre esos temas en Alemania y Suiza.  
Además, y más importante todavía, ese día se reunía el Consejo Ordinario del Sínodo de los Obispos a fin de preparar el instrumentum laboris del Sínodo de octubre. Se trata del documento sobre el cual los obispos discutirán, por lo que era una reunión trascendental. 
También en este caso se buscó un timing: aunque secreta, la reunión sería una fuerte presión a los miembros del Consejo Ordinario: una reunión paralela a fin de medir fuerzas. 
3. ¿Por qué en Roma y por qué en la Gregoriana? Si los organizadores eran obispos alemanes, franceses y suizos, lo más lógico habría sido realizar la reunión en otra ciudad más cercana, por ejemplo, en Basilea. No me parece que el motivo de elegir Roma se deba a que tenían ganas de comer pizza o a que los pasajes en German Wings están en oferta. Un motivo podría haber sido aumentar la presión al Consejo del Sínodo. No es lo mismo discutir en un lugar sereno y soleado que hacerlo teniendo enfrente al ejército enemigo que muestras las armas mientras canta el Haka y, peor aún, sabiendo que dentro del Consejo mismo hay varios representantes del enemigo. 
Pero más me llama la atención que se haya elegido la Universidad Gregoriana. ¿Qué necesidad había de hacerlo en un lugar tan resonante? Siendo que uno de los participantes fue el presidente de la comunidad San Egidio, bien podrían haberse encontrado en el Trastévere, que es mucho más pintoresco que el palacio de la Piazza della Pilotta. 
Pero, más allá de la logística, una reunión de tal alto nivel -el convocante principal fue el cardenal Marx, miembro del G9- y con un perfil tan claramente desafiante a la enseñanza tradicional de la Iglesia no se podría haber hecho en la Gregoriana sin la autorización expresa de las más altas autoridades. Dicho de otro modo, habilitar un aula de la universidad jesuita para la reunión fue una orden directa que recibió su Rector -de allí que los profesores no conocieran nada del encuentro- de la Curia Generalicia de la Compañía. Y todos sabemos que borgo Santo Spirito está a un tiro de piedra de Santa Marta y los contactos entre ambos palacios son más que frecuentes. Pregúntenle si no a Spadaro y a Scannone. 
Pero aquí no hay acuerdo en el equipo de redacción del Wanderer. Algunos consideran que el papa Francisco nunca alentaría a estos personajes que, directamente y sin tapujos, pretenden minar la doctrina de la Iglesia. Yo, en principio, comparto la opinión. Bergoglio no es Malo sino que hace maldades; para ser Malo hay que ser un hombre superior, y el papa Francisco es un mediocre, un berreta; no le da el cuero para ser Malo. A Bergoglio no le interesa que los adúlteros comulgan -de hecho, lo vienen haciendo desde hace décadas- ni que dos maricas se casen -en muchas iglesias jesuitas de Argentina realizan una bendición nupcial para estos casos desde hace años-. A Bergoglio le importa solamente él, y habiendo conseguido lo que quería -el pontificado-, ahora solamente improvisa con ocurrencias diarias y variables. 
Sin embargo, es un hecho incontestable -y esta es la opinión de otros miembros de la redacción- que la reunión de marras no se podría haber realizado sin la autorización expresa de Bergoglio. ¿Su parresía lo llevará a tanto?
4. ¿Por qué la prensa? Si bien todo este asunto viene acompañado por vahos sulfurosos, el hecho de que hayan participado representantes de los principales medios del mundo -se sabe que había periodistas de La Reppublica, del Frankfurter Allgemeine Zeitung, de las radios alemanas ZDF y ARD y de La Croix de Francia- enrarece aún más el ambiente y el tufo a azufre apesta. Ya sabemos quién es el Dueño de la prensa mundial y para qué Señor trabajan. De sobra conocemos que ellos son las primeras líneas de combate de Sauron. La conclusión es sencilla: la cúpula de la iglesia europea -o buena parte de ella al menos- se ha aliado claramente con el Enemigo, y mejor no pensemos en la posibilidad de que Saruman, el mago vestido de blanco, sea también un aliado de Mordor. 
Pero más allá de esta hipótesis, lo cierto es que debemos estar preparados porque durante las semanas previas al sínodo de octubre todas las huestes del País de las Tinieblas lazarán un ataque pocas veces visto.
¿Será ya la hora de huir a las montañas?


jueves, 28 de mayo de 2015

Un berreta en Santa Marta

[Nota previa: la palabra berreta es un americanismo que se utiliza para referirse a cosas de escaso valor o falsificadas. En España, sería sinónimo de cutre].
El último fin de semana largo decidí fugarme de Argentina. Nunca me interesó participar de los festejos de la Sedición de Mayo de 1810, y mucho menos en esta ocasión en que se convertirían en los festejos de la Liberación de Mayo de  2003.
“Me voy a Roma”, dije, y así fue. Y el viernes pasado, después de visitar la basílica de San Pedro y despotricar contra los cardúmenes de japoneses que no me dejaban besar el pie broncíneo del Apóstol, comencé a merodear por las cercanías del Arco de las Campanas. Tenía la esperanza de que, a lo lejos, pudiera distinguir la blanca silueta de Su Santidad entrando o saliendo del hotelito de Santa Marta donde se hospeda.
De pronto, se me acercó presuroso un hombre de mediana edad que enseguida noté que era argentino. Y él, claro, había notado lo mismo en mí.
-¿Sabe sacar fotos? -me preguntó sin mediar saludo alguno- Soy Juan Berretta. 
Le respondí que me podía defender en esa tarea como se defiende cualquier turista. 
- Es suficiente -me dijo, y tendiéndome una pequeña cámara fotográfica, continuó:
- Venga conmigo. Tengo una entrevista con el Papa Francisco y se me enfermó el fotógrafo.
Y me fui con don Berretta a sacar algunas fotos berretas de lo que, sin duda alguna, sería una entrevista berreta que finalmente se publicó en  La voz del pueblo, un diario berreta.
Cual Mingo y el Preso, míticos corresponsales de La voz del Rioba , atravesamos el Arco de las Campanas custodiado por dos Guardias Suizos, que se cuadraron cuando nos escucharon hablar en argentino. Y, mientras nos acercábamos a los cuarteles pontificios, me dijo Berretta preocupado:
-El reportaje va a ser en castellano, pero como el Santo Padre ya se ha compenetrado ya con el italiano y el latín, es probable que hable también en esas lenguas, y como yo soy medio berreta en cuestión de idiomas, no voy a entender…
-No se apure- le respondí- Cuando usted no entienda algo, hágame una seña con la cabeza, y yo le traduzco. 
Nos recibió Su Santidad cordialmente y enseguida, tuteándonos, nos hizo pasar a una salita. Mi función sería, exclusivamente, fotografiar. Pero no pude con mi genio y pasión periodísticas, e intercalé algunas preguntitas o acotaciones a las preguntas berretas que Berretta hacía. La voz del pueblo no publicó mis intervenciones, pero aquí se las dejo a los lectores del blog. En bordó encontrarán mis acotaciones y en azul las traducciones.

- ¿Soñaba con ser Papa?
- ¡¡¡Nunca!!! Tampoco con ser presidente de la República o general del Ejército. Viste que hay algunos pibes que sueñan con eso. Yo no.
Santidad, me cuesta creerle. Daría la impresión que, desde el día que usted ingresó a la Compañía de Jesús, se propuso ser Papa o, al menos, ocupar los cargos de mayor autoridad posible. Es lo que dicen por lo bajo quienes fueron sus compañeros y súbditos en la Compañía, y es lo que dijo por lo alto, cuando usted era aún arzobispo de Buenos Aires, el nuncio Adriano Bernardini a varios funcionarios argentinos: “Bergoglio es un hombre enfermo de poder” [Diego GENOUD, Massa. La biografía no autorizada, Sudamericana, Buenos Aires, 2015, p. 96). 


- ¿A pesar de que en 2005 fue el segundo más votado luego de Ratzinger?
Esas son cosas que se dicen. Lo cierto es que al menos en la otra elección estaba en los diarios, aparecía entre los papables. Adentro era claro que tenía que ser Benedicto y hubo casi unanimidad por él y eso a mí me gustó mucho. Era clara su candidatura, en la segunda no había ningún candidato claro. Había varios posibles, pero ninguno fuerte. Por eso me vine a Roma con lo puesto y con pasaje para volver el sábado a la noche y poder estar en Buenos Aires en el Domingo de Ramos. Incluso dejé hecha mi homilía sobre el escritorio. Nunca pensé que iba a pasar.
Santidad, no condice con su figura de jesuita metódico y cuidadoso el que deje el texto manuscrito de una homilía, o de lo que fuere, encima de su escritorio y se venga a Roma. Parece más bien un detalle cuidadosamente pensado y ejecutado para crear pistas falsas. Estaba usted armando la escena del crimen para que, cuando los peritos la estudiaran, fueran conducidos a resultados equivocados.
Además, me han comentado sacerdotes que en marzo de 2013 vivían en la Catedral y Curia porteña, que el día en que se conoció la renuncia del Papa Benedicto, usted recibió la llamada de más de 20 cardenales de todo el mundo. ¿Eran solamente para llorar penas por la situación? 
Recuerde también Santo Padre, que su amigo y biógrafo Omar Bello (q.e.p.d.) relata en su libro la actividad bifronte que usted desarrolló frente a la infausta renuncia, al punto de que un sacerdote de la Curia le comentó al periodista que no entendía la duplicidad que ustede exhibía de fingir que no le interesaba ir a Roma a despedir a Benedicto al tiempo que ”hablaba con todo el mundo y operaba a lo loco".  De la lectura del libro de Bello, queda claro que la rosca para que usted fuese elegido estaba bien armada y que usted había participado en el juego concienzudamente. Incluso en esa, su biografía, se revela su estrategia de apoyar al cardenal  O’Malley, previendo que una candidatura yanqui se caería en la recta final y surgiría la suya. Todas estas jugada fueron acompañadas con un enmascaramiento brutal de sus pretensiones, para no despertar el dragón dormido de la inteligencia argentina que podía volver a perjudicarlo como había ocurrido en el cónclave de 2005. [Omar BELLO, El verdadero Francisco, Perfil, Buenos Aires, 2013, cap. III).

- Me llevaron a la Sacristía, me cambiaron la sotana, y a la cancha. Y ahí dije lo que me vino.
Santo Padre, ¿dijo lo que se le vino a la cabeza? Al breve discurso que pronunció desde la loggia lo debe haber ensayado cien veces frente al espejo, desde el Buona sera hasta el pedido de bendición de los fieles. Fue una puesta en escena, que parecía tomada de Amarcord de Fellini, aunque con mucha menos calidad. Nadie medianamente sensato puede reputar a la espontaneidad su aparición. 

- Fue algo natural entonces.
-Sí, sentí mucha paz y dije lo que me vino del corazón.
[En ese momento me largué a reír a carcajadas. Berretta me miró desconcertado y el Papa posó sobre mí una mirada de misericordia que me heló la sangre en las venas. Me recompuse en seguida]

- ¿Reconoce el magnetismo que genera en la gente? Lo digo por el plus que le da su figura a la investidura papal.
- Y, sí… Sé que la gente… (duda, hace silencio) Primero no entendía por qué ocurría eso. Y me cuentan algunos cardenales que la gente dice “le entendemos”. Claro, yo trato de ser plástico en las audiencias, en las cosas que hablo, como hoy (por la audiencia pública del miércoles) que conté una anécdota de cuando estaba en cuarto grado. Entonces es como que la gente entiende lo que quiero decir. Como cuando hablé del caso de los padres separados, que usan de rehenes a los hijos, algo muy triste, los victimizan, el papá le habla mal de la mamá, o al revés, y al pobre chico se le arma un corso a contramano en la cabeza. Trato de ser concreto y eso que vos llamás magnetismo, ciertos cardenales me dicen que tiene que ver con que la gente me entiende.
Santidad, su capacidad de “ser plástico en las audiencias” y de “adaptar su discurso a fin de que la gente lo entienda”, algunos lo llaman “magnetismo”; yo, en cambio, lo llamo “sindrome de Zelig”. Esta rara patología toma su nombre del título de la película Zelig, de Woody Allen, estrenada en 1983. El protagonista, Leonard Zelig, ha logrado fama mundial gracias a su singular capacidad de adoptar la personalidad de cualquier persona que se encuentre a su lado. El protagonista posee una curiosa habilidad camaleónica que le permite confrontar su identidad individual y la colectiva y el desapego como medio para entrar a formar parte de manera complaciente en el núcleo de la masa social. Zelig afirma en la película: “Miento [soy plástico] porque quiero caerle bien a todo el mundo”. Y el relator comenta: “Estaba loco por asimilarse”. Más aún, el proceso patológico de Zelig lo lleva a “adquirir gusto plebeyos”, y la película se cierra con el colofón: “Esto demuestra que lo puedes hacer si eres un psicópata”.

- ¿Disfruta de la audiencia pública?
- Sí, lo disfruto en un sentido humano y espiritual, las dos cosas. La gente me hace bien, me tira buena onda, como se dice. Es como que mi vida se va involucrando en la gente. Yo, psicológicamente, no puedo vivir sin gente, no sirvo para monje, por eso me quedé a vivir acá en esta casa (en la residencia de Santa Marta). […] Yo me hice cura para estar con la gente. Doy gracias a Dios que eso no se me haya ido. […]
Santo Padre, yo siempre creí que la gente se hacía cura para estar con Dios, o para el servicio del altar, como se decía antes. Si alguien quiere estar con la gente y abrazar sus causas, mejor es que se haga asistente social o voluntario de Amnesty International. La verdad es que no me imagino a santos que se caracterizaron por su gran servicio a los hombres como San Vicente de Paul, San Damián de Molokai o San Francisco Javier, su hermano en religión, diciendo que habían abrazado la vida consagrada “para estar con la gente”. 

- ¿Qué añora de su vida previa al papado?
Yo siempre fui callejero. De cardenal me encantaba caminar por la calle, ir en colectivo, subte. La ciudad me encanta, soy ciudadano de alma. No podría vivir en una ciudad como la tuya por ejemplo, me costaría mucho… 
[Berretta mi miró con cara de espanto y de bronca; era señal que no había entendido y yo debía traducir: “El Santo Padre dice que él es un porteño puro y jamás se bancaría vivir en un pueblucho de morandanga como Tres Arroyos u otro similar del interior del país”. El Papa, apenas me escuchó, se corrigió:]
- No, Tres Arroyos no es tan chico, sí podría vivir ahí. En el campo no podría vivir.
[Esta vez el que miró con bronca fui yo. Antes de comenzar la entrevista le había comentado al Papa Francisco que yo era del campo de la provincia de Buenos Aires. Él, ni corto ni perezoso, me dijo: “En los campos de la pampa húmeda sí podría vivir. Donde no podría vivir sería en los campos desérticos y ventosos de la Patagonia”. En este caso el que lo miró fiero fue Ceferino Namuncurá desde un cuadro que presidía la sala, pero como el araucanito no podía hablar, el Papa no le hizo caso]. 

- ¿Acá recorre la ciudad?
- Noooo, (otra vez se ríe con ganas). Voy a las parroquias… Pero no puedo salir. Imaginate que yo salgo ahí (por la calle) y se arma. Un día salí en el auto sólo con el chofer y me olvidé de cerrar la ventanilla, estaba abierta y no me di cuenta. Y se armó un lío… Yo iba en el asiento del acompañante, teníamos que ir ahí nomás, pero la gente no dejaba avanzar el auto. Claro, que el Papa esté por la calle…
Discúlpeme una vez más Santo Padre, pero no puedo creer lo que dice. Usted es un Jefe de Estado, le guste o no, y uno de los más importantes del mundo. El jefe de seguridad de su Estado, si tiene un mínimo de responsabilidad y quiere cuidar su cabeza, jamás permitiría que usted saliera acompañado solamente de su chofer. 
Pero, supongamos que efectivamente es así. El chofer que le asignarían nunca sería el primer empleadillo vaticano que se cruzara en el camino sino un profesional de la seguridad y, por eso mismo, si usted se hubiese olvidado de cerrar la ventanilla tal como dice, él seguramente se lo habría advertido antes incluso de encender el auto.
Pero supongamos aún que usted está rodeado de una manga de inútiles. Si, cuando usted empezó a ver que la gente se aproximaba al vehículo y, humilde como es, no hubiera querido recibir las naturales muestras de veneración del gentío, sólo era cuestión de cerrar la ventanilla. Los vidrios polarizados que estimo tendrá su Renault 4L impedirían verlo. 

- Eso tiene que ver con su forma de ser.
- Es verdad que acá tengo el apelativo de indisciplinado, el protocolo mucho no lo sigo. El protocolo es muy frío, aunque hay cosas oficiales a las que me atengo totalmente.
El protocolo no es frío, Santidad. Ese es la apreciación que han instalado los medios democratistas y que usted ha comprado. El protocolo es una muestra exquisita de caridad cristiana, porque está diseñado para evitar ofensas, malosentendidos y desplantes. Si usted, salteándose el protocolo, recibe a la presidente Cristina Kirchner con la bullanguera estudiantina de La Cámpora, el mismo derecho le asiste al presidente Putin de presentarse con un grupo de jóvenes rusos bebiendo vodka o al presidente de Nigeria con un acompañamiento de ruidosos negros en taparrabos tocando el tambor. Y mucho se ofenderían si no se los permitiera. Son las mismas situaciones dolorosas que usted provoca a diario cuando, saltándose el frío protocolo, le habla por teléfono a Cacho Castaña para consolarlo por su enfermedad, y en cambio, no le habla a los miles de buenos cristianos que también le escriben porque necesitan su consuelo. 

- ¿De noche puede descansar, se desconecta?
- Yo tengo un sueño tan profundo que me tiro en la cama y me quedo dormido. Duermo seis horas. Normalmente a las nueve estoy en la cama y leo hasta casi las diez, cuando me empieza a lagrimear un ojo apago la luz y ahí quedé hasta las cuatro que me despierto solo, es el reloj biológico. Eso sí, después necesito la siesta. Tengo que dormir de 40 minutos a una hora, ahí me saco los zapatos y me tiro en la cama. Y también duermo profundamente, y también me despierto solo. Los días que no duermo la siesta lo siento.
Santo Padre, no logro entenderlo. Usted dice que en cuanto se tira en la cama se queda dormido, y a renglón seguido, que se acuesta a las nueve y lee hasta las diez, o hasta que le da sueño. ¿En qué quedamos? ¿Se duerme enseguida como un bebé o tarda una hora en conciliar el sueño?

[…]
- En la visita que realizó a Manila en el verano, habló de la importancia de llorar. ¿Usted llora?
- Cuando veo dramas humanos. Como el otro día al ver lo que ocurre con los del pueblo rohingya, que andan arriba de esos barcones en aguas tailandesas y cuando se acercan a tierra les dan un poco de comida, agua y los echan otra vez al mar. Eso me conmueve profundamente, ese tipo de dramas. Después, los chicos enfermos. Cuando veo lo que acá llaman “enfermedades raras”, que son producidas por descuido del ambiente, se me revuelve todo. […]
Santidad, me da la impresión de que usted llora por los prójimos lejanos pero no se la cae una sola lágrima por los cercanos. ¿Lloró, acaso, cuando hizo echar de Radio María al Prof. Mario Palmaro porque lo había criticado, cuando sabía que estaba muriendo de cáncer? ¿Se compadeció, acaso, de la mujer que lo había criado cuando fue a visitarlo a la Curia porteña y no quiso recibirla? ¿Lloró por los empleados de la Curia a los cuales dejó sin trabajo? ¿Lloró por Mons. Livieres, a quien dejó literalmente en la calle, y que ahora sobrevive gracias a la caridad de los amigos, viviendo en una casita alquilada con su madre nonagenaria?

[…]
- ¿Siente presión?
- Las presiones existen. […] El otro día en la parroquia de Ostia, cerca de Roma, voy saludando a la gente, y habían puesto a los ancianos y a los enfermos en el gimnasio. Estaban sentados y yo pasaba y los saludaba. Entonces dije: “Miren qué divertido, acá donde jugaban los chicos están los ancianos y los enfermos. Yo los comprendo a ustedes porque también soy anciano y también tengo mis achaques, soy un poco enfermo”. Al otro día salió en los diarios: “El Papa confesó que estaba enfermo”. Contra ese enemigo no podés.

- ¿Sigue la evolución de la política en Argentina?
- No, para nada, corté acá la recepción de políticos porque me di cuenta de que algunos usaban eso y mi foto, aunque también es cierto que algún otro ni dijo que había estado conmigo y ni se sacó la foto. Pero para evitar eso, los políticos en audiencia privada, no. Si vienen van a las audiencias generales, los saludo. Pero no sé cómo van las elecciones ni quiénes son los candidatos. Me imagino quiénes deben ser los principales, pero no sé tampoco cómo van las tensiones. Sé que en las PASO de Buenos Aires ganó el PRO porque lo vi en el diario, salió hasta en La Repubblica.
Santidad, ¿nos toma por estúpidos? ¿Quiere hacernos creer que se enteró que el PRO ganó las Paso porque lo leyó en La Reppublica? Si usted no quiere involucrarse en la política argentina y por eso “cortó la recepción” de políticos en audiencia privada, ¿por qué, entonces, recibió pocos días antes de las Paso a Gustavo Vera, su amigo trostkista y candidato a Jefe de Gobierno por el partido “Bien común” (que sacó el 0,6% de votos)? ¿Por qué recibió a Roberto Carlés, días antes que el gobierno kirchnerista lo propusiera como juez de la Suprema Corte de Justicia? ¿Por qué recibirá nuevamente dentro de un par de semanas a la presidenta Kirchner, apenas dos meses antes de las elecciones nacionales?

- ¿No es utópico pensar en que se puede erradicar la pobreza?
- Sí, pero las utopías nos tiran para adelante. Sería triste que un joven o una joven no las tuviera. Hay tres cosas que tenemos que tener todos en la vida: memoria, capacidad de ver el presente y utopía para el futuro. La memoria no hay que perderla. Cuando los pueblos pierden su memoria está el gran drama de descuidar a los ancianos. Capacidad de hermenéutica frente al presente, interpretarlo y saber por dónde hay que ir con esa memoria, con esas raíces que traigo, cómo la juego en el presente, y ahí está la vida de los jóvenes y adultos. Y el futuro, ahí está la de los jóvenes sobre todo y la de los niños. Con memoria, con capacidad de gestión en el presente, de discernimiento y la utopía hacia el futuro, que ahí se involucran los jóvenes. Por eso el futuro de un pueblo se manifiesta en el cuidado de los ancianos, que son la memoria, y de los niños y jóvenes, que son los que van a llevarla adelante. Los adultos tenemos que recibir esa memoria, trabajarla en el futuro y darla a los hijos. Una vez leí algo muy lindo: “El presente, el mundo que hemos recibido, no es sólo una herencia de los mayores sino más bien un préstamo que nos hacen nuestros hijos para que se lo devolvamos mejor”. Si yo corto mis raíces y me desmemorizo me va a pasar lo que le pasa a toda planta, me voy a morir; si yo vivo solamente un presente sin mirar la previsión a futuro, me va a pasar lo que le pasa a todo mal administrador que no sabe proyectar. La contaminación ambiental es un fenómeno de ese estilo. Tienen que ir las tres juntas, cuando falta alguna un pueblo empieza a decaer.
Ah, Santo Padre, me estoy desilusionado de usted. ¿Es necesario que utilice el lenguaje de género? “Un joven y una joven”, dice. Además, hace apenas un momento nos contó que le dijo a los miembros de una parroquia de Ostia que usted era un anciano, y ahora nos dice que es un adulto, y habla de los ancianos en tercera persona. ¿Será que, acaso, tiene algún problemita de disforia de edad? 
Pero lo que más me decepciona es que usted cita eso “tan lindo” que leyó: esa frase, o una muy similar, yo la leo todos los días en un grafitti pintado en una de las paredes de mi ciudad. ¿Es que no hay algo un poquito más inteligente, más incisivo, más original que lugares comunes de grafittis callejeros con los que usted pueda iluminarnos?

- ¿Cuáles son los peores males que aquejan al mundo hoy?
- Pobreza, corrupción, trata de personas… Me puedo equivocar en la estadística, pero qué me decís si te pregunto ¿qué ítem viene en gasto en el mundo después de alimentación, vestido y medicina? El cuarto son los cosméticos y el quinto las mascotas. Es grave eso, eh. El cuidado de las mascotas es como el amor un poco programado, es decir, yo puedo programar la respuesta amorosa de un perro o de una gatita, y ya no necesito tener la experiencia de un amor de reciprocidad humana. Estoy exagerando, que no se tome textual, pero es para preocuparse.
Santidad, ¿usted es el Papa u Obama? Le pregunto porque para un cristiano básico, de parroquia, común y corriente, los peores males que aquejan al mundo de hoy son la apostasía, el rechazo de Cristo y de su redención, el abandono de las prácticas cristianas. Y, si no quiere jugarse tanto, puede repetir a sus predecesores, como Juan Pablo II que decía que los peores males eran la “apostasía silenciosa y la cultura de la muerte”, o Benedicto XVI que opinaba que era la “dictadura del relativismo”. ¿Y usted nos viene con que lo peor es la corrupción  y la prostitución? Santidad, ¿usted es cristiano?
Por otra parte, no entiendo la fijación que tiene contra las mascotas. Un psicólogo encontraría allí un bloqueo afectivo importante. No puedo creer que usted no distinga entre las multifacéticas caras del amor, que son complementarias. ¿Por qué opone el amor a los demás seres humanos con el amor a los animales? ¿Por qué los considera tan poca cosa? ¿Es que alguna vez se detuvo a mirar la mirada de un Golden Retriever o, como usted es un Papa pobre, de un perrito callejero que es aporreado por todos los que pasan? ¿En serio usted cree que puede “programar la respuesta amorosa de una gatita”? ¿Alguna vez vivió usted con un gato, Santidad? Pregúntele al Papa Benedicto que, siendo cardenal, tenía dos felinos en su departamento y, siendo Papa, hablaba en un idioma que él mismo había inventado con los gatos residentes en los Jardines Vaticano. ¿Qué le diría usted a Ulises, que amaba a su perro Argos, o a Aquiles, que no podía vivir sin sus caballos, o a Tobías, que nunca se separaba de su perro, o a San Roque, cuyo cuzquito le lamía las llagas, o a Nuestro Señor que, en el invernal día de su nacimiento, fue calentado por un burro y un buey?

[…]
- ¿Cómo le gustaría que lo recuerden?
Como un buen tipo. Que digan: “Este era un buen tipo que trató de hacer el bien”. No tengo otra pretensión.
¿A tan poco apunta Santidad? Que no lo escuchen los jóvenes de la parroquia, porque se arma. A ellos siempre se les dice que hay que ser mucho más que “un buen tipo”. Pareciera que nos está proponiendo un nuevo modelo de santidad. Una santidad devaluada, y de baja cotización: ser un buen tipo. Está usted vindicando la mediocridad.

En eso entró a la salita Mons. Karcher que le traía la merienda al Santo Padre: un sánguche de mortadela con un vaso de Cunnington Cola. El Papa le convidó la mitad a Juan Berreta y, mientras comían, Karcher me pidió que le sacara una foto con el periodista de La voz del pueblo. “Es para el Facebook”, me dijo. 
Salimos caminando con Juan Berreta por el mismo Arco de las Campanas. Todo había sido perfectamente armónico: un periodista berreta, de un diario berreta, de una ciudad berreta,  haciendo una entrevista berreta a un Papa berreta, acompañado de un fotógrafo berreta.